Entrevista a María Susana Azzi, biógrafa de Ástor Piazzolla: la música es la ciencia de combinar las artes. Alejandro Leibowich

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Foto con el monumento a Piazzolla en el Abasto momentos después de ser descubierta y presentada al público

Alejandro Leibowich

Hace varios años atrás, motivado por la lectura de libros como “Armonía” y “Contrapunto” de Diether de la Motte, donde el autor se propone explicarnos la evolución musical a nivel histórico desde el Renacimiento hasta la actualidad. Pero no con un programa de esquemas, sino desde las obras mismas. Y que sean los compositores los que nos expliquen cómo todo fue evolucionando, que se vuelvan nuestros maestros. Tratando de desacralizar cierta imposición cuasi dogmática de pedagogía tuve mis primeros tratos con María Susana Azzi. Quien me contestó muy cortésmente y dándome pautas y tomas de consciencia de que hacer semejante labor equivaldría a un análisis pormenorizado de “La comedia humana” (La Comédie humaine) de Balzac. En la cual el autor se proponía explicar todas las tipologías y conductas humanas. El desafío parecía fascinante, pero me hizo recordar que somos mortales. Por cierto Balzac no parecía caer en cuenta de eso, su labor quedó por y con lógica inconclusa, y el análisis de la obra de Piazzolla en esta forma y dada su vasta producción se volvía literalmente imposible. Ástor como todo creador distinto al entorno que lo rodeaba, tramaba una trama por sobre la trama cotidiana. Y poco antes de caer en un silencio que antecedió a su partida le confiaba a Natalio Gorin: “Yo hago una música ciudadana, no sé si resulta clásica o académica. (…) Vi la película de Forman, “Amadeus”, y puedo sentirme identificado. Puedo estar bien, de buen humor, y sentarme al piano y componer algo nostálgico o triste. (…) Entre otras cosas tienen que reconocerme que yo le dí nuevo aire al Tango. Si no fuera por mí el bandoneón podría ser una pieza de museo. Las bocinas de Buenos Aires, serán las mismas en New York o en París. Sé que toda la gente podrá entenderme. Hago una música ciudadana, lo mío no es la lambada”. Un grabador registró este tipo de cosas entre 1989 y 1990. Desde el hoy, en 2019, lo que vos afrontás desde la vida de Ástor Piazzolla con todo lo que eso implica y las repercusiones que causó, causa y causará ¿no se vuelve un poco un intento de narrar una especie de “comedia humana musical”? Que partiendo del “aquí está Piazzolla” que alguna vez le señaló Nadia Boulanger a la actualidad sigue en una especie de ciclo continuo e infinito y generando generaciones y generaciones que interpretan su obra desde su época con una nueva visión y perspectiva y desde ella tratan de autoexplicarse, como si se tratase de personajes descriptos por García Márquez en “Cien años de soledad”. –Existen pocas personas que sirvan de espejo y produzcan una revelación en un autor, como sucedió en el caso citado con la discípula de Ravel. Bien, desde la actualidad, ¿cómo se encara una biografía, y más aún una biografía como la de Piazzolla?

Se nos ocurrió la idea de este libro en el curso de un almuerzo en la Recoleta de Buenos Aires un día de noviembre de 1994 y comenzamos a trabajar en él a mediados de 1995. Esta es una biografía, la vida de un músico cuyas decisiones vitales como ser humano siempre influyeron en su obra. En sentido literal, la gloriosa música de Piazzolla puede hablar por sí misma. Ninguno de los autores de este libro lo conocimos personalmente. Yo lo escuché tocar muchas veces y Simon Collier se encontró con él en una oportunidad. Sin embargo, Piazzolla habló extensamente sobre su propia vida en tres largas series de entrevistas: las que realizó con Alberto Speratti en 1968, con su hija Diana en 1980 y con Natalio Gorin en 1990. Nuestra deuda con estas tres fuentes es obvia. Además, fue entrevistado incontables veces por periodistas. Confiamos en haber leído la mayoría de las entrevistas que se publicaron en español, inglés, francés, italiano y portugués. Una de las fuentes fundamentales de este volumen son las entrevistas realizadas con quienes conocieron directamente a Piazzolla. Yo fui responsable de 250 (un total de 260), que en su mayoría fueron grabadas y transcritas. En los casos en que los entrevistados ya habían hecho declaraciones públicas ya impresas –como las de Diana Piazzolla en su admirable libro Astor (1987) o las incluidas en el número especial que le dedicó a Piazzolla la revista porteña La Maga (1996)–, evitamos en lo posible volver a transitar por el mismo terreno. Complementamos nuestras entrevistas con un análisis exhaustivo del material publicado sobre Piazzolla, en especial el enorme número de reportajes sobre su carrera profesional. Hemos utilizado este material de manera muy selectiva. Si hubiéramos incluido todos los artículos periodísticos, elaborando una crónica detallada de cada uno de sus viajes o mencionado la totalidad de los conciertos que dio con sus diversos conjuntos, el libro habría alcanzado un tamaño desmesurado y ciertamente habría resultado ilegible. “The Life and Music of Astor Piazzolla with a Foreword by Yo-Yo Ma”, de María Susana Azzi y Simon Collier, Julio 1999, fue publicado por Oxford University Press en el año 2000. Luego traducido a varios idiomas, entre ellos, el español. Resulta la versión que publicó Editorial El Ateneo en el 2002. Simón Collier falleció en el 2003. Para el 2017, salió publicada una versión ampliada y aumentada, en formato digital, en idioma Inglés. En el 2018, Editorial El Ateneo publicó una segunda edición de esta biografía, que incluye un segundo prólogo, de Gidon Kremer, y más información, de hecho, tiene 100 páginas más que la edición original. Es un libro más completo y más complejo.

-En los años tempranos de Ástor, cuando era “Lefty” y su vida transcurría entre su Mar del Plata natal y New York. Entre mudanzas, su madre Asunta Manetti, y su padre Vicente Piazzolla (Nonino). Un pianista discípulo de Rachmaninov -según dijo Astor más tarde-. Al que su madre le pagaba sus clases incluso llevandole pastas caseras que ella misma elaboraba. Y del cual Ástor recordaría además de una rutina férrea de estudio: “Creo tener toda la obra de Johann Sebastian Bach, y haberla escuchado completa, sin embargo a Bela Wilda le escuché tocar obras que nunca más pude volver a escuchar, tal vez pertenecían a los hijos de Bach, realmente no lo podría decir”. Por los años 30 (1934), empujado por la admiración de su padre por el Zorzal Criollo en Manhattan conoció a Gardel, cayéndole muy bien, recordaría: “el que estaba siempre de buen humor era Gardel, el malhumorado era Alfredo Le Pera, y yo los volvía locos haciéndoles preguntas (sobre música)”. Terminó guiándolos por la ciudad y fue invitado al año siguiente a ser extra con muy corta edad en “El día que me quieras”. Otra vez por cuestiones de gastronomía italiana casera a cargo de su madre Asunta, Gardel fue a comer a su casa en ese momento, él era muy bonvivant y arrasaba con todo lo que le servían. Al terminar todo el agasajo escuchó tocar a un muy joven Ástor y dijo la famosa frase “Vas a ser grande, pibe, te lo digo yo… el fueye lo tocás bárbaro, pero al tango lo tocás como un gallego”. Gardel definitivamente tenía un un oído muy agudo. Hasta ese momento Piazzolla sólo trabajaba con arreglos adaptados de Bach y le gustaba mucho tocar “La rapsodia en Blue” (Rhapsody In Blue) de George Gershwin. Por cierto, también menciona que por esa época vivía al lado de una sinagoga, y escuchaba la rítmica Klezmer, de la cual dice haber tomado su famoso aditivo 3 3 2 que resulta tan recurrente. ¿Podrías recrearme e ilustrarme de mejor manera esta etapa?

Al niño y al joven Ástor, la ciudad de Nueva York lo formó, en la calle, en la lucha por la vida, en la pelea constante, en el multiculturalismo: formaba parte de gangs o bandas de chicos judíos, italianos, irlandeses, y eran bastante fatales.

También musicalmente, ya que cuando su padre le regala un bandoneón el día en que él cumple 8 años, ni idea tenía de para qué servía ese objeto. Grande fue su desilusión, ya que esperaba un bat de baseball. Empezó a tomar clases de música, tocaba clásico en su bandoneón, escuchaba los tangos de Gardel y De Caro en los discos de 78 rpm que su padre escuchaba al regresar de su trabajo, y estuvo expuesto al jazz, al ragtime, el blues y a la música Klezmer. Todo esto está en su música, en la música que crearía en su futuro. Por sobre todo, está la calle, está el swing, está la fuerza y la vitalidad de la ciudad que “nunca duerme”.

Conoció a Diego Rivera, quien le hizo un dibujo, sin saber que este niño llegaría a ser un grande de la música mundial, referente ineludible entre los compositores del siglo XX.

Y conoció a Carlos Gardel, cuando su padre pidió que le llevara una talla en madera que él había hecho. Ástor hablaba muy bien inglés, y Gardel no, por lo cual, a partir de ahí, le hizo de guía de compras en Saks y Macy´s. Gardel adoraba las camisas rayadas y compraba un montón. Invitó al joven Ástor a la gira caribeña, su padre Vicente “Nonino” no lo dejó ir porque lo consideraba muy chico. Como diría Piazzolla adulto, “estaría tocando el arpa”.

Vicente “Nonino” quería que su hijo fuera alguien grande. Lo hizo nadar, practicar boxeo, y fue amigo de Jake La Motta, el futuro “Raging Bull” (toro salvaje), quien llegó a ser campeón mundial de boxeo en peso mediano.

A veces, llevaba el bandoneón al colegio. La madre superiora le hizo estudiar un par de marchas. Una de ellas era “Giovinezza”, la otra, “Camicie nera”, los clásicos himnos de la Italia fascista. En 1983, Piazzolla comentó: “Hoy lo pienso, y se me revuelve el estómago”. De adulto, no hubo jamás el menor indicio de racismo. Sí conservó per siempre el acento nueyorquino en su inglés.

Con su amigo Stanley, fueron a Harlem a escuchar a Cab Calloway o Duke Ellington. De ahí su amor por el jazz que duró toda su vida.

Ástor tocó el bandoneón en universidades, donde interpretó piezas como la obertura de Guillermo Tell, de Rossini, y la Marcha Turca de Mozart.

Ástor en Nueva York, no experimentaba el más mínimo placer por tocar el bandoneón. Un regalo de su padre, quien, al hacerlo, le dio un mandato cultural y musical: “Sé argentino, sé vos mismo, no te sientas jamás un desarraigado”. Ástor llevaría siempre toda la música en su cabeza, de manera que no necesitaba estar en Buenos Aires para componer. Podía estar en cualquier lugar, y escribir sus “nuevo tango”: una mezcla de jazz, tango y música clásica contemporánea.

-En 1937 ya de vuelta en Argentina, empieza a tocar en night clubs y entre las formaciones de las que es parte estaba nada menos que la Aníbal Troilo. Para muchos (prácticamente todos) Troilo fue el talento innato, y compositor más dotado de su época. Ástor fue arreglador suyo, como también Argentino Ledesma. Eran épocas de estudio con Alberto Ginastera. En 1942 contrajo matrimonio con Dedé Wolff, fruto de esta unión resultan sus hijos Diana (que terminaría escribiendo una biografía novelada de su padre), y Daniel (que sería parte de la formación de un Ástor muy experimental y eléctrico).

El año 1954 lo encontraría pisando suelo francés, estaba en París ya que había ganado el premio Fabien Sevitzky, el cuál consistía en una beca otorgada por el gobierno francés para estudiar con Nadia Boulanger. Dedé se perfeccionó en la pintura y Piazzolla vivió entre ejercicios de corales, Bartok, y experimentación. Manifestó cosas como “estudiar con Nadia fue como encontrar a una segunda madre”. Aunque al mismo tiempo confesaba, “me hacía trabajar en tantos ejercicios de composición que no podía completar todo y a veces hacía trampa copiando algunos y repitiéndolos. Ella los reconocía de inmediato, ponía cara cómplice de que eso le resultaba familiar”. Boulanger además fue una pedagoga que impartió conocimiento y reflexión con Daniel Barenboim, Keith Jarrett y muchos más. Se evanececió la posibilidad de estudiar con gente que estaba muy cerca de ahí como Oliver Messiaen. Piazzolla comentó “Casi estudio con Messian”, destacado compositor, organista, ornitólogo y ferviente cristiano. Por cierto se puede escuchar si uno atiende la mística religiosa en su producción.

Fue Rubinstein que estaba en ese momento en la Argentina el que recomendó a Piazzolla que tomara lecciones con alguien, y como Alberto Williams no podía, le aconsejaron a Alberto Ginastera. Luego ganó la beca para estudiar con Nadia Boulanger. Ástor siempre dijo que tuvo tres maestros: la ciudad de Buenos Aires, Alberto Ginastera y Nadia Boulanger.
Daniel Barenboim no llegó a estudiar con ella, no lo habría aceptado porque era muy joven, consideró que debía recorrer más camino.

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Ástor Piazzolla

-Resolvió su debate interno entre verse a sí mismo como músico de tango o compositor de música clásica en su vida, (una vida que “es una historia de ángeles y demonios” según él mismo confiesa), desde la famosa anécdota que lo habría marcado a fuego que cuenta que Piazzolla tocó “Triunfal”, Nadia no lo dejó terminar, lo tomó de las manos y le dijo: “No abandone jamás esto. Ésta es su música. Aquí está Piazzolla”.
Al año siguiente en París, luego de algunos meses de estudio con Boulanger, escuchó a Gerry Mulligan, quedando impactado con su música, y por su forma de improvisar. Tiempo más tarde grabarían juntos un disco, y Ástor se lamentaría de no tener a Mulligan en el nivel que él deseaba. De todos modos “Años de soledad” (Reunión cumbre, 1973), me parece un excelente disco. Hablando de discos dame un poco su genealogía desde las grabaciones.
Piazzolla grabó sus nuevos tangos (en discos de 45 rpm para Barclay y Festival, y un disco de 33 rpm para Vogue) con una orquesta formada principalmente con integrantes de la Ópera de París reclutados por Baquet. Para los primeros registros recurrió al argentino Lalo Schifrin, diciéndole que quería “un buen pianista de jazz, que sepa lo que es el swing. Vos tenés swing”. Pero al poco tiempo Schifrin debió salir de gira y recomendó a Martial Solal, que más tarde sería uno de los grandes pianistas europeos de jazz. Solal no sabía nada del tango pero necesitaba el trabajo y estudió con detenimiento las partituras que Astor le envió. Ya en la sala de grabación, se sintió repentinamente “maravillado” al descubrir que lo que estaba tocando era un tango “de gran potencia… música sinfónica”. Solal no mantuvo mucho trato con Piazzolla, pero lo impresionó su fuerte sentido jazzístico. En estas sesiones de grabación de 1955 Piazzolla adoptó el hábito de tocar el bandoneón de pie, con una pierna apoyada en una silla, en desafío a todas las convenciones. “No podía ver a los músicos en el mismo nivel que yo. Tenía que sentirme por encima de ellos”, declaró en otro momento. Desde esa posición podía observar y liderar a toda la orquesta. Nunca le había gustado tocar su instrumento sentado, como era la costumbre; decía que le recordaba mucho a una vieja tejiendo. Esa postura simbolizaba el mundo que él estaba tratando de rechazar, o al menos de renovar. Tocar de pie fue su declaración de independencia.
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Presentación de la biografía de Astor Piazzolla en el CCK, 7 abril 2018.
(En las esquinas Daniel Pipi Piazzolla y María Susana Azzi)

-Rodolfo Mederos dice que “el instrumento de Piazzola era el quinteto”. Resulta más que una palabra autorizada, como intérprete y compositor. ¿Cómo fue a grandes rasgos la cuestión de renovaciones y/o cambios en el mismo?
Rodolfo Mederos tiene razón, la formación de Ástor fue el Quinteto, aunque también el Noneto. Los músicos cambiaban porque no siempre estaban disponibles, y particularmente, los pianistas iban falleciendo, tenían una edad más avanzada, o en dos casos, fueron alcohólicos y también dejaron esta vida bastante temprano. Los violinistas, resultan otro gran hallazgo de Ástor, cada uno mejor que el otro. Y qué decir de un contrabajista como Kicho, a quien luego lo reemplaza Console, también por su desaparición física. Los guitarristas, Horacio Malvicino y Oscar López Ruiz. El último pianista, ya en el Sexteto, su última formación, Gerardo Gandini, fue un grande como ejecutante, compositor y arreglador. Improvisaba en el piano con frases de música clásica. Pablo Ziegler, pianista del segundo quinteto continúa componiendo y ejecutando conciertos. Piazzolla escribía para sus solistas, y escribía para sí mismo. Sus solistas se lucían, tenían sus solos y debían improvisar en frases de tango, algo que Osvaldo Tarantino sabía hacer muy bien, el resto debió aprender sobre la marcha. Piazzolla era exigente, su música estaba tan bien escrita, que resultaba de fácil lectura, más allá de las dificultades técnicas de su obra compleja, difícil, y personalísima. Siempre reconocemos a Piazzolla en su música, la cual recorre todo el abanico de las emociones humanas. Y pinta a la ciudad, la metrópolis. Con él, el tango dejó de ser barrial para convertirse en metropolitano. “Pinta tu aldea y serás universal”, sentenció Tolstoi, y Piazzolla lo hizo. Logró ser universal. Su música se toca en todos los continentes, incluso la Antártida. Jamás hubiera imaginado tal trascendencia, aunque la deseaba y trabajó con una disciplina impactante. Con un talento excepcional, al que su rutina cotidiana ayudó con su disciplina y amor por su trabajo. Fue un campeón de la cultura del trabajo, ejemplo para muchos hoy en día. Nada le fue fácil. Sacrificó todo por su música: su familia, su situación económica, su salud. Jamás se vendió. Fue fiel a sí mismo y como dijo Al Di Meola, “si un músico es capaz de hacerte llorar, es un gran músico”. Y Piazzolla tenía esa capacidad de llegar al corazón. El corazón no sabe de fronteras culturales. Además, hoy en día, las fronteras son móviles, porque son virtuales. Su música se escucha en todo el mundo.
-Génesis y formación del Octeto.
A su regreso de Roma a Buenos Aires, en 1975, la principal tarea de Piazzolla en Buenos Aires consistió en ensayar con su nuevo Octeto Electrónico (el “conjunto electrificado”, como lo llamaba a veces). A sus compañeros de siempre como Agri, Malvicino y Cirigliano, se agregaron nuevas figuras como Santiago Giacobbe (órgano), Enrique Roizner (percusión), Adalberto Cevasco (bajo) y Daniel Piazzolla (sintetizador). Roizner, fue incorporado al grupo a sugerencia de Malvicino, había conocido a Piazzolla cuando tocaba jazz en Michelangelo en 1969­ – 1970. Cevasco había participado en una grabación; siempre recordó al conjunto electrónico con gran afecto, describiéndolo como “una universidad de música, la mejor del mundo”. Todos ellos, a excepción de Agri, tenían antecedentes jazzísticos. En este grupo Piazzolla permitió un grado de improvisación mucho mayor que en cualquier otro conjuntos de los que fue parte, a veces prescindiendo de las partituras completas y dando unas indicaciones generales sobre la melodía con cifrado. Aparte de “Adiós Nonino”, el repertorio era totalmente nuevo.
“Adios Nonino es mi number one”.
En una gira que dio en 1959 junto a Juan Carlos Copes y María Nieves, durante una actuación en Puerto Rico recibe la noticia del fallecimiento de su padre, Nonino. Piazzolla, cuando estuvo en París, había escrito una obra llamada “Nonino”. De regreso a Nueva York, él mismo cuenta que al llegar a su departamento, pidió quedarse solo con su bandoneón. Ahí compuso la Introducción a aquel tango, el cual se conoce como “Adiós Nonino”, esta segunda la desarrolló en el bandoneón. Por cierto prácticamente toda su obra está compuesta en el piano. Y él decía que en un momento intentó tocarlo a un nivel importante, pero se quejaba de que “el fueye le había vencido los pulgares”. Mucha gente ajena a sus músicos que lo vio tocar probando cosas en el piano destaca que no era mal interprete.
Piazzolla: Music Is The Science Of Combining Arts.
Robert Schumann, que para compositores de la talla de Gerardo Gandini fue el mejor que nos legó la historia, tomaba preceptos de su coetáneo Jean Paul Richter (cuyo seudónimo fue Jean Paul). Su convicción estética lo llevó a explorar el teatro (actualmente seguramente agregaría al cine), la poesía y la prosa como dimensiones de la música. Dado que a ojos de Schumann, “tanto la literatura como la música son expresiones del mismo impulso estético”. Tomando el sentido de “lenguaje común” de características multifacéticas, y desde el siglo XX, Piazzolla resultaba eso antes que exista lo que se llama ahora ser “multidisciplinario”. Daniel Guebel, el escritor recientemente ganador del premio de La Feria del Libro de Buenos Aires 2019, en su novela “El absoluto” hace una interesante aproximación desde la ficción de muchos aspectos de la música. El escritor Pablo Martínez Burkett dice sentir el ritmo cuando escribe, al igual que manifestaba Saramago. La actriz y escritora Vera Fogwill desde una novela toma a la música como pretexto de justificación de historias, casi empatizando con ciertos planteos de Adorno. El escritor y periodista Marcelo Rubio resulta un tremendo melómano. Piazzolla trabajó con algunos de los más grandes escritores que pasaron por estas tierras: Jorge Luis Borges, en un trato que resultaría discrepante pero de todos modos productivo, lo definiría como “musicalmente sordo, pero brillante en la literatura”. Con Ernesto Sabato, de quien quedó registrada su voz en “Introducción a Sobre Heroes y Tumbas”. Tal vez desde un surrealista contrapunto con el conjunto de Piazzolla, que quizás recuerda un clima de ceremonia religiosa luterana. Además Piazzolla tuvo a cargo muchas bandas sonoras, y las encaró desde su propia sobregrabación a la grabación en conjunto. Cuenta que Mick Jagger era fan suyo y si se lo cruzaba en estudios se quedaba escuchándolo y decía: “escuchemos al loco”. Conoció a Jeanne Moreau, a Delon, que le dijo ser muy admirador de Bartok. Además de muchas figuras destacadas de medios locales e internacionales. Me extiendo un poco porque Piazzolla por lo prolífico favorece esta tendencia, desde su tratamiento multifacético partiendo de la música. Suelo usar un juego de palabras en inglés, cambiando el orden de la frase primaria que define la música: “la música es el arte (o ciencia) de combinar los sonidos”. Decidí que podría ser: music is the science of combining arts. Creo que es una frase que le viene muy bien a lo que hacía Piazzolla. 


Bandoneón
El instrumento que resulta característico del tango, el bandoneón, fue inventado en Alemania poco antes de mediados del siglo XIX como reemplazo del órgano. Por su portabilidad permitía llevar la música a todas partes, y por ejemplo, acompañar pequeños coros. Competía en ese sentido con el acordeón, más afín a la paleta tímbrica usada por los franceses. De acá hacia el mundo se hicieron populares los bandoneones Doble A (iniciales tomadas del fabricante Alfred Arnold que se consideran los mejores del mundo). El bandoneón tiene entre su pléyade interpretativa a gente como Pedro Maffia, Pedro Laurenz, Anibal Troilo, etc.
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María Susana Azzi

-Derechos y disqueras. Creo que vivimos tiempos de hibridación en estas cuestiones, se complementan, yuxtaponen o incluso a veces parecen ser lo mismo. Pero en esa época un disco era otra cosa.

Piazzolla nunca dejó Sadaic. Hay bastante obra suya registrada allí.

Sí se hizo miembro de la Sacem, la Sociedad de Autores y Compositores de Francia, ahí está considerado uno de los compositores más prolíficos, en el mismo panteón que Mozart. Escribió 3.500 obras (además de las que tiró o quemó). Cuando estuvo en París, según se mencionó antes, había grabado dos discos.


Entregó Adiós Nonino a Editions Universelles, porque necesitaba dinero para regresar de Nueva York después del fallecimiento de su padre (13 octubre 1959). Regresó en el otoño argentino de 1960, con el dinero suficiente para pagar 4 pasajes: para él, Dedé, Daniel y Diana.



-María Susana, describite si querés desde tus responsabilidades, actividades, el ser autora biográfica, ¿cómo es tu relación con la familia Piazzolla y con la música en general, (desde lo personal y profesional)?

Adoro la música y esta biografía me abrió innumerables puertas en el mundo de la música y de las artes en general, en Europa, las Américas, Japón, Australia. Mi relación con la familia Piazzolla es muy buena, me siento parte de ella. Así me han hecho sentir. Extraño a Diana.

-El nobel de medicina Alexis Carrel y gente que vino después que se hizo eco de algo que él menciona en su libro “La incógnita del hombre”, sostienen que mientras haya descendencia a nivel médico y biológico se puede entender que las personas en realidad no mueren. ¿Te pasa sentir un poco eso cuando escuchás tocar a Daniel Pipi Piazzolla?


Pipi es un musicazo, e interpreta la música de su abuelo con su grupo Escalandrum en forma excelsa, y lo hacen sin bandoneón, para diferenciarse. ¡Chapeau!

-¿Cómo es tu relación con Daniel Rosenfeld y cómo ves su realización documental (película) “Piazzolla, los años del tiburón” a nivel presente y futuro. ¿Qué papel desprende esta como testimonio?

Tengo una excelente relación con Daniel Rosenfeld, de mutua colaboración, ha hecho un trabajo impresionante, y lo sigue haciendo para difundir este gran documental, y todo a pulmón. Ojalá alguna compañía cinematográfica se interesara por este filme. ¡Hizo un gran aporte!

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-Gracias, María Susana, por tu calidad humana y por tu tiempo.


¡Gracias a vos!
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Ástor Piazzolla
María Susana Azzi es antropóloga cultural. Escribió para diversas casas discográficas argentinas y del exterior, colaboró en documentales para la RAI, Sony Classical y, con Mike Dibb, en Piazzolla in Portrait. Otros libros en los que contribuyó son Tango!, From Tejano to Tango: Latin American Popular Music, The Accordion on New Shores: The Power of Sound to Transcend Geographic Confines, Las poéticas del tango-canción. Rupturas y continuidades y En torno a 1810.