Desde su casa de La Angostura, Daniel Piazzolla participó en un evento que se hizo en Florencia para celebrar el centenario del nacimiento su padre y maestro, en el que fue lanzada la edición en italiano de la biografía de la antropóloga argentina María Susana Azzi.
Desde Villa La Angostura, donde vive, Daniel Hugo Piazzolla, uno de los hijos de Ástor, no ocultó hoy su emoción por este 11 de marzo de 2021, centenario del nacimiento de su padre en Mar del Plata, el 11 de marzo de 1921, que se celebra en todo el mundo. Al participar como invitado especial de un homenaje que se hizo en Italia, en el que se lanzó la edición en italiano de la biografía de la antropóloga argentina María Susana Azzi –Astor Piazzolla, una vida para la música, libro que para la ocasión se amplió con más entrevistas y fotos inéditas, publicado por la editorial Sillabe-, Daniel hasta recordó que estuvo diez años sin verse con su padre, con quien se peleó porque en un momento criticó una decisión suya, pero aseguró que nunca, jamás, dejaron de quererse.
“Fue un padre excelente hasta que en el año 78 disuelve el Octeto Electrónico y se me ocurrió decirle que estaba dando un paso atrás. Y se enfureció conmigo y esa furia le duró prácticamente 12 años, hasta el momento en que se enfermó”, recordó Daniel, que fue entrevistado por esta corresponsal, que moderó un evento en remoto que se hizo desde la Sala del Buonumore del Conservatorio Lorenzo Cherubini de Florencia, del que también fue protagonista Azzi. Para el homenaje, uno de los tantos que se hicieron en Italia, el Quinteto Italiano de Fisarmoniche se lució tocando algunas de las piezas más famosas de Piazzolla, compositor de origen italiano hoy “universal”, entre las cuales Escualo y Adiós Nonino.
“Estuvimos diez años sin vernos. Simplemente nos escribíamos algunas cosas esporádicamente, pero no nos veíamos. Y me di cuenta de que lo que le había dicho era muy fuerte”
Daniel Piazzolla
“Estuvimos diez años sin vernos. Simplemente nos escribíamos algunas cosas esporádicamente, pero no nos veíamos. Y me di cuenta de que lo que le había dicho era muy fuerte… era demasiado fuerte decirle a Ástor Piazzolla que estaba dando un paso atrás… Hay que estar muy enojado como estaba yo en ese momento, acababa de disolver el Octeto Electrónico”, evocó. “Pero como padre fue un padre excepcional, fue un padre buenísimo, en algún momento de nuestras vidas no solamente fue mi papá, fue mi compañero, mi maestro, tocamos juntos cuatro años, tuvimos una relación espectacular, alucinante y después, cuando se le ocurre hacer algo y yo lo critiqué, eso me costó 10 años de enojo”, siguió. “Pero durante esos diez años, ni él ni yo dejamos de querernos. Nos quisimos siempre mucho, hasta el final”, agregó, visiblemente emocionado.
Daniel admitió que si bien celebra este centenario de su padre en soledad, está viviendo este momento “con gran placer”, aunque no soprendido por el clamor mundial. “Sabía que algo así iba a pasar: se está conmemorando, festejando los 100 años del nacimiento de Astor Piazzolla en el mundo entero: acá, en Japón, en Italia, en Francia, en Alemania… Era grosso de verdad el hombre”, destacó, al precisar que dejó las celebraciones tanto en manos de su hijo Daniel, que también es músico y de su sobrino, que está al frente de la Fundación Astor Piazzolla. “Ellos están manejando todo”.
Al recordar que los abuelos de su padre eran italianos –por parte materna oriundos de la Toscana y paterna, de la localidad de Trani, en Puglia-, contó que su “viejo” en los años 80 visitó esa ciudad, cuna de su abuelo Pantaleón. “Pidió ir al ayuntamiento, donde le demostraron que hay cientos de Piazzollas y estaba realmente muy feliz”, evocó.
Al contrario, recordó que no la pasó bien durante los tres años en los que vivió en Roma, en un departamento de la Via de Coronari, a cuadra y media de la Piazza Navona, en pleno centro histórico. “En el año ’73 mi viejo sufre un infarto que casi lo lleva a la muerte y decidió irse del país porque el infarto se lo causó la falta de trabajo. Entonces consiguió un contrato con Aldo Pagani, un productor de Milán que le hizo un contrato por tres años, por un sueldo paupérrimo, bajísimo, una miseria le pagaban, para componer música y grabar discos, no para tocar”, contó. “Aquí el resultado fue que grabó Libertango, Summit con Gerry Mulligan, grabó Piazzolla 77, Mundial 78 y no sé cuántas otras cosas más, músicas de películas, Lumiere, Llueve sobre Santiago, Viaje de bodas, montones de trabajos”, detalló. Pero al cabo de tres años se cansó y volvió a Buenos Aires.
Azzi, que investigó la inmigración europea en la Argentina desde diversas perspectivas, entre las cuales el tango, de hecho subrayó que en lo profundo de su ser Piazzolla, que de chico vivió en Nueva York, donde creció entre pandillas locales y luego en Buenos Aires, París y Punta del Este, siempre fue “un poco un inmigrante desenraizado y nostálgico”.
“Aunque él dijo en muchas ocasiones que tuvo tres grandes maestros, Alberto Ginastera, Nadia Boulanger y la ciudad de Buenos Aires, yo agregaría un cuarto: su padre”, resaltó Azzi, que destacó que él fue quien le regaló un bandeonón cuando tenía 8 años y vivían en Nueva York, con un mensaje claro. “Al regalarle ese instrumento musical también quiso decirle ‘sentite argentino, no te sientas un inmigrante sin raíces como me siento yo’. Y este instrumento fue un mandato musical y cultural que Piazzolla respetó durante toda su vida”, explicó.